La administración Trump instó a los fabricantes de automóviles globales a «fabricar en Estados Unidos». Hyundai Motor Group y LG Energy Solutions hicieron eso, invirtiendo miles de millones de dólares en fábricas de baterías estadounidenses para impulsar la transición a los vehículos eléctricos.
La semana pasada, funcionarios de inmigración allanaron una planta en Georgia (EE.UU) donde el grupo coreano estaba trabajando para aumentar la producción. La redada resultó en el arresto de casi 300 ciudadanos coreanos, que además desencadenó un enfrentamiento diplomático y paralizó proyectos en todo el país.
La redada resultó en el arresto de casi 500 personas que presuntamente se encontraban en Estados Unidos sin autorización. Después de la revisión de documentos, 300 eran coreanos que se encontraban en el país con visas ESTA o B-1 las cuales permiten actividades comerciales a corto plazo, como la instalación y capacitación de equipos. En otras palabras, los trabajadores estaban ayudando a poner en marcha estas plantas.
Si bien algunos pudieron haber excedido sus límites de visa, otros se encontraban legalmente presentes para ayudar a inaugurar las instalaciones que la administración Trump reclamaba a gritos. Según Bloomberg, la medida no solo ha alterado la situación en la fábrica de Georgia, sino que también ha provocado el cierre de varias plantas. Esto se debe a que Corea envió ayer miércoles un avión oficial a Estados Unidos para traer de vuelta a casa a todos los trabajadores detenidos. El director ejecutivo de la empresa se unió personalmente al viaje.
«Las empresas se sienten humilladas y avergonzadas», declaró Chang Sang-sik, director del Centro de Investigación de Comercio Internacional de la Asociación de Comercio Internacional de Corea, al medio de comunicación.
Según Chang, los ingenieros de alto nivel suelen ser los primeros en viajar para poner en marcha las fábricas, pero advirtió que, después de este desastre, convencerlos de que se vayan a Estados Unidos será difícil, por mucho salario o prestigio que se les ofrezca.
“A menos que haya garantías claras de que los trabajadores no se enfrentarán a una situación similar, será más difícil para las empresas invertir en EE. UU. en el futuro”, afirmó.
Un trabajador que ha gestionado el proceso de visas de corta duración calificó de “completamente irreal” reemplazar a los experimentados expertos en baterías de Corea del Sur con empleados estadounidenses. Declaró a Bloomberg que estos proyectos dependen de especialistas locales para poner en marcha las plantas antes de que las cuadrillas estadounidenses puedan mantenerlas en funcionamiento.
La planta de Georgia es solo una pieza de un proyecto mucho mayor de LG Energy. Se supone que otras en Arizona, Michigan y Ohio comenzarán a operar el próximo año para abastecer a Hyundai, GM y Honda. En este momento, se informa que esas plantas están paralizadas. LG, al parecer, ha comunicado a todos los trabajadores y contratistas en EE. UU. bajo el programa ESTA o de visa B-1 que regresen a Corea.
La gran pregunta ahora es cuándo regresarán, y si lo harán. Sin ellos a la vanguardia del aumento de la producción de las plantas, sería imposible entregarles baterías a las marcas con las cuales tiene contrato.
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