Fisker no aguantó más: a bancarrota

Para nadie fue sorpresa el anuncio de quiebra de Fisker esta madrugada. La empresa de vehículos eléctricos de origen holandés se declaró en bancarrota, después de múltiples intentos por salvarla. La startup con sede en EE.UU. intentará ahora vender sus activos y reestructurar su deuda para evitar la destrucción total. Afirma tener activos entre 500 y 1.000 millones de dólares, pero pasivos de hasta 500 millones de dólares.

El año pasado hubo indicios de que Fisker estaba en problemas, y en febrero de este año advirtió que podría quedarse sin efectivo en los siguientes 12 meses. Esa resultó ser una evaluación optimista y la producción del SUV Ocean de la empresa, que fabrican los austriacos de Magna Steyr, se detuvo en marzo.

La compañía afirmó haber mantenido conversaciones con otros fabricantes de equipos originales sobre un posible acuerdo de rescate, y las negociaciones con Nissan parecían las más prometedoras. Pero quedaron en nada.

«Al igual que otras empresas de la industria de los vehículos eléctricos, nos hemos enfrentado a varios obstáculos macroeconómicos y de mercado que han afectado nuestra capacidad para operar de manera eficiente», dijo Fisker en un comunicado.

«Después de evaluar todas las opciones para nuestro negocio, determinamos que proceder con la venta de nuestros activos bajo el Capítulo 11 es el camino más viable para la empresa».

Fisker redujo el precio base del Ocean de 38.999 a 24.999 dólares en un intento desesperado por encontrar compradores. Sin embargo, no hubo respuesta positiva entre el público.

Más allá del Ocean, Fisker tenía planes para otros modelos. Estaba el Ronin, un GT descapotable de cinco plazas, la pickup eléctrica Alaska y el compacto Pear que seria el auto de entrada de la marca.

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